A mediados de los 80 nació el burusera en el Japón, negocio que consiste en la venta de ropa interior usada de mujeres. Esta práctica se desarrolló al extremo gracias al éxito que tiene la joven japonesa como símbolo inocente y puro. Los uniformes de colegio femeninos, los pantalones cortos utilizados en la clase de educación física, los trajes de baño escolares, etc. también son parte de la exhibición comercial. Las prendas exhibidas generalmente llevan una fotografía de la ex propietaria.
El nombre burusera proviene del cruce de la palabra inglesa bloomer, abreviada en japonés como buru, que significa calzones, pantaletas y que es el nombre que recibe el pantalón corto utilizado en las clases de educación física en Japón, y sailor suit, abreviado en japonés como sera, que significa marinero y que hace referencia a los uniformes típicos de las colegialas niponas.
El sistema comercial comienza con la compra de prendas interiores —de las más baratas— por parte de las chicas. Mientras más tiempo las usen y más sucia de fluidos esté, más costará la prenda. Muchas jóvenes se quitan la trusa en el mismo lugar donde se venden, las negocian con el vendedor (que puede llegar a pagarles 15 veces más de lo que costó originalmente la prenda), que las envuelve en un plástico y las coloca en el exhibidor refrigerante. Esta modalidad lleva el nombre de namasera (que significa fresco). Algunas de las jóvenes también acceden a vender su orina y su saliva.
Los precios de venta de las ropas íntimas usadas pueden llegar hasta los 5,000 yenes que vendrían a ser alrededor de 130 soles. Los uniformes escolares, considerados material de colección, podrían llegar a los 200,000 yenes, un aproximado de 5400 soles. Dependiendo del prestigio de la escuela.
En los 90 aparecieron máquinas expendedoras de ropa interior en las calles. Sin embargo duraron poco, ya que fueron prohibidas por ley en 1993. Recién en el 2004 se prohibió la venta de ropa interior - o fluidos- de menores de edad. A pesar de las prohibiciones, las adolescentes se las arreglan para vender sus prendas directamente a los clientes. Colocan sus números de celulares en las cabinas telefónicas y en páginas de Internet. Algunas de ellas han optado por vender su fotografía -pues eso no está penado- a altos precios y dar de regalo sus calzones. Otra de las prácticas que se está difundiendo en este negocio es la del kagaseya — o succionadores—. La joven japonesa ya no necesita vender su ropa interior. Queda con un cliente para ir a cualquier Karaoke para dejarle que meta la cabeza entre sus piernas y huela el aroma de sus fluidos.
El fetichismo por las bragas en el Japón está presente en muchas de sus manifestaciones. Incluso tienen una palabra para advertir la visualización de unos calzones. Según el Wikipedia: panchira es una expresión coloquial usada originalmente por las mujeres japonesas, para advertirse de que sus bragas (pantaletas) están siendo visibles. Actualmente se ha extendido al significado de echar una mirada indiscreta a las bragas de una chica que quedan al descubierto por diversos motivos accidentales, al llevar la chica generalmente faldas (una caída, al agacharse o sentarse, al luchar, una ráfaga de viento que levante sus faldas, etc.) También incluiría cuando alguien hace algo para verle las bragas de la chica sin su consentimiento. Por tanto, tiene un concepto entre fetichista y voyerista.
La expresión viene del inglés panties y del japonés chira (que significa vistazo). Este concepto está muy utilizado en los mangas y animes desde los años 60. ¿Recuerdan ese anime donde un robot en pantaletas y con botas se defendía con unas armas instaladas en su trasero? Astroboy, anime de los años 60, (su primera edición manga se publicó en 1952), mostraba frecuentemente las calzas de Uran (hermana del robot). Su director Osamu Tezuka, considerado el dios del manga, introduce el panchira a ambos géneros, primero al manga en 1952 cuando se publica la primera edición del cómic y luego a la televisión en 1963.
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