viernes, 5 de junio de 2009


Jovenes japoneses crecen sin esperar un futuro


Daisuke Inada quiere casarse con su novia, pero no está claro que lo consiga. "Sin un trabajo decente no me puedo presentar ante sus padres", afirma el joven japonés de 23 años bajo un nombre ficticio en la revista económica "Toyo Keizai".

Tras acabar la escuela, Inada trabajó durante años como empleado temporal en fábricas de automóviles. Creía en las palabras de la agencia de empleo acerca de que llegaría por fin un contrato indefinido si se esforzaba. Inada trabajó hasta el agotamiento y al final entró en Toyota. Pero la crisis alcanzó también a la automotriz número uno, y el joven perdió su puesto. Ahora intenta sobrevivir con un trabajo malo en salas de juego.

Muchos jóvenes sufren situaciones similares a la de Inada, por lo que el "Día de la Mayoría de Edad", que se celebra hoy en Japón y es festivo, no es motivo de alegría. Debido a la crisis global se produjo una ola de despidos en masa en la segunda mayor economía del mundo, que afecta sobre todo a los jóvenes.

"Crisis entre los jóvenes - No se vislumbra una esperanza", tituló la revista "Toyo Keizai" hace unos días. Los jóvenes no son sólo víctima de la recesión, sino también testigos de cómo la gran "empresa Japón" vive un cambio con profundas consecuencias. El país utilizó la crisis de los años 90 entre otras cosas para flexibilizar el mercado laboral. Hoy Japón es el número uno en trabajo temporal: uno de cada tres empleos no es indefinido.

Casi la mitad de las personas de entre 20 y 24 años no tienen un trabajo fijo, y entre los de 25 a 29 años la cifra llega a un tercio. También ha crecido mucho la disposición a dejar una empresa, algo antes inusual.

Japón sigue siendo un país rico, pero la flamante recesión causa muchas preocupaciones a sus habitantes. Según una encuesta, uno de cada dos jóvenes que este año cumplirán la mayoría de edad de 20 años cree que la situación social empeorará en el futuro. Y casi el 70 por ciento nombra como su principal preocupación el empleo. Los primeros en ser echados serán los jóvenes sin contrato fijo, se queja Masahiro Yamada.

Este sociólogo inventó a fines de los años 90 el concepto de "solteros parásitos", en alusión a los jóvenes que viven aún con sus padres y son mantenidos por éstos. Entre ellos se cuentan muchos de los que no tienen trabajo estable y ganan un salario bajo.

"En Japón el Estado no se hace cargo de la seguridad social de los jóvenes con bajos ingresos, sino los padres", se queja Yamada. Pero el sistema colapsará cuando ya no esté la generación de los progenitores. Que las ayudas sociales son ya hoy insuficientes queda claro en el hecho de que muchos de los despedidos se quedan a la vez sin techo.

Algunos de ellos buscan refugio en cafés-Internet, y se los llama "refugiados cibercafés". La idea de que un estudio en una buena universidad es una garantía para consegur un empleo en una gran empresa y para tener una vida feliz ya no rige actualmente, según la autora japonesa Karin Amemiya.

Y pese a ello se mantienen las concepciones del sistema de trabajo tradicional japonés y muchos jóvenes universitarios sueñan con permanecer toda la vida en una misma compañía.

De todos modos, en los últimos años ha habido tendencias contradictorias. Por ejemplo, hubo muchas empresas que hicieron fijos a sus empleados porque la profunda desregulación también abarató el despido. Por eso la crisis actual no amenaza sólo a los trabajadores precarios.

A la vez, el rápido envejecimiento de la sociedad, con la próxima desaparición del mercado laboral de la generación del "babyboom", hará que paradójicamente haya en el futuro ofertas de empleo que no se pueden cubrir.

Independientemente de todo esto, las jóvenes generaciones de japoneses tendrán que hacerse a la idea, según los expertos, de que las desigualdades sociales empeorarán, en contra de las aspiraciones de armonía que rigieron siempre la sociedad del país asiático.

En ese marco se incluyen la migración de los jóvenes a las grandes ciudades, con la consecuencia de que habrá pueblos que quedarán deshabitados. Y crece también la brecha social entre los de mayor edad: muchos tienen seguridades y están bien situados en el mercado, pero otros no, y viven con bajos salarios o con ayuda estatal. Antes la familia se ocupaba de estas personas, hoy tiene que ayudar el Estado. Pero éste no tiene mucho margen de maniobra en vista de su gran endeudamiento.

or: DPA 12-Enero-2009 (10:13 a.m.) Link

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