La infancia del arte
Un mundo de extrañeza y onirismo
A pesar del gran poder económico que ha proyectado al mundo la imagen de un país con tecnología punta, Japón vive desde hace unos años el pinchazo de la burbuja económica: el paro y la precariedad laboral han pasado a ser corrientes en la vida cotidiana de los japoneses y en las creaciones de los artistas. Esto, esta evocación, no obstante, en lugar de mostrarse como una constatación del estado del mundo, se convierte en una oportunidad para abrir la puerta a la imaginación y lo extraño. Así, Erina Matsui (Okayama, 1984) presenta un mundo personal lleno de visiones extrañas y poéticas.
Erina Matsui finalizó sus estudios en la Tama Art University de Tokio en 2008, la universidad más importante en lo referente a enseñanzas plásticas. Ha expuesto de forma colectiva en Nueva York, algunas de sus obras se encuentran en colecciones privadas, todas las obras que expuso en la galería Yamamoto Gendai fueron vendidas… Es una joven llena de contrastes, es sencilla y sorprendente, tímida pero con gran determinación, exuberante y falsamente introvertida. En 2004 participó en el festival Geisai de Tokio, una gran oportunidad para artistas en su mayoría menores de 20 años, que organiza Takashi murakami (del que ya hemos hablado en Art Signal E-news), y en el que ganó la medalla de oro. A pesar de su juventud Erina ha desarrollado una pintura muy personal, caracterizada por una gran fuerza, fascinante y perturbadora a la vez.
Las obras representan sorprendentes e inquietantes autorretratos, que muestran su rostro en primer plano, a menudo deformado y gesticulante. Muchos de los retratos están rodeados de juguetes, evocando el mundo de la infancia. Las pinturas de Matsui son un reflejo de la profunda nostalgia de la infancia que caracteriza a la sociedad nipona; que encubre el malestar de la juventud a entrar al mundo de los adultos, aferrándose al mundo infantil. Una sorprendente criatura de piel rosada aparece en muchas de sus obras, se trata de Napoleón, su animal fetiche, su compañero y confidente; que como toda su obra es una figura atrayente, seductora y perturbadora.
La pintora está inmersa de una forma un tanto atípica y personal en la tendencia Kawaii que invade la realidad cotidiana japonesa y que ha llegado al arte. Aunque sus dibujos evidencian la influencia del manga, sus obras de grandes rostros transformados se alejan de esa estética “dulzona”. Para Matsui sus obras, de extraña localización y gran fuerza, deben sorprender y provocar la excitación del descubrimiento
La exposición ¿Kawaii? O la infancia del arte de Erina Matsui, reunió una veintena de obras, de ellas, una de las cuales está pintada cuando la artista se encontraba en la Fundación Joan Miró.(21/09/2007 - 20/07/2008)
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